Encuentros
Año nuevo, vida nueva. Así reza el dicho popular. En este año 2023 aún no había escrito nada, y un encuentro casual me motivó para reflexionar ...
Asistimos cotidianamente a encuentros y des-encuentros. Coincidencias y desaveniencias. Compartimos, o no, experiencias y vivencias. Permanentemente suceden esos vaivenes en nosotros y con quienes nos rodean. La vida es así: encuentros y pérdidas. Hallazgos, retornos, evocaciones ... y también olvidos, pausas, destierros.
Cuando un evento nos sorprende con la coincidencia que nos manifiesta otro ser, otra persona, experimentamos un sabor dulce y placentero desde lo más profundo de nuestro interior. Es como si fuera energía que fluye desde algún punto interno cuyo origen desconocemos, pero cuyos efectos sentimos con mucha alegría.
En el lado opuesto de esa misma moneda, los des-encuentros nos pesan y abruman. Somos seres sociables que necesitamos interactuar. No siempre es así, pues en algunos períodos preferimos la soledad: pero más temprano que tarde nos nutre la sociabilidad.
Nos nutre el encuentro. Nos energizan y vitalizan las coincidencias que poseemos, o establecemos, en nuestros caminos vitales.
Algunas veces, esos encuentros vienen dados por afectos familiares entrañables, con quienes compartimos una experiencia, un tiempo o simplemente un hobby, una preferencia especial.
Particularmente intensa es esa sensación, cuando el compartir viene asociado a un vínculo establecido sobre una gran diferencia de edad. Puede ser con lazos sanguíneos consolidados en el tiempo, o no. De ligazones de siempre, o también de otras más recientes. El tiempo de duración poco aporta, pues el sentimiento, la emoción, transcurren por otros lados ...
Así entonces, con esos afectos singulares, cada encuentro es especial; pues la coincidencia que tenemos sobre esa determinada preferencia común nos nutre a ambos. Nos otorga una complicidad e identidad especial y única, que sólo quien la vive puede describirla.
Por un lado, intuimos el orgullo con que ese mayor nos dedica su tiempo para transmitirnos sus conocimientos, experiencias y sensaciones respecto al tema que produce nuestro encuentro; nutriéndose de tal modo con nuestra jovialidad, nuestras cuestiones modernas, aggionándose un poco. En definitiva, sintiéndose más jóvenes espiritualmente; pues así se lo contagiamos en la unión de nuestros caminos.
Por el otro, nosotros nos sentimos profundamente halagados por ese encuentro con los mayores con los que compartimos una parte de nuestros caminos ... Nos sostienen y alimentan con sus enseñanzas y sus secretas picardías, y nos muestran un camino un poco mejor ... con menos maleza, con más claridad.
Nos entregan, en el encuentro íntimo y profundo, su legado vital. Nos regalan sus bagajes prácticos, señalándonos los valles y montañas emocionales que han transitado en sus vidas ...
Creo que esto es justamente lo que sentimos con nuestros abuelos y abuelas, cuando pacientemente nos entregan con denuedo y de forma incondicional, todo aquello por lo que vivieron: sus anhelos, experiencias, logros, fracasos y enseñanzas.
Es como la lana que la abuela enseña a mantener firme mientras se teje, sin tanta tensión para no afectar el tejido, pero con la suficiente para evitar que la madeja se enriede, es decir, que el ovillo de la vida quede atascado.
Nos enseñan a fluir livianos, manteniendo el control sobre la obra. En una alegoría de sus propias vidas, en el encuentro nos dan su mejor lección: el producto sólo será lo suficientemente bueno y bello si mantenemos correctamente el orden del punto y la madeja u ovillo no se enriedan ...
Ejemplos como el de nuestros abuelos tenemos casi todos los días, pues basta levantar la mirada del frenesí diario para darnos cuenta que al lado nuestro siempre hay alguna posibilidad de este tipo de encuentros.
Por lo menos así me ha pasado a mí, disfrutando tan plenamente esas uniones que únicamente puedo estar agradecido.
Nuestros caminos muchas veces circulares y cerrados, de repente cambian de dirección o sentido, y comienzan a transcurrir paralelos con otros, producto del encuentro. Nos sorprendemos en otra vía diferente, disfrutando por un tiempo las delicias de esa coincidencia.
Compartimos y nos comparten. Participamos y nos dan participación del mismo modo. Buscamos y nos buscan ... Nos encontramos.
Somos como la pieza de un rompecabezas enorme que sólo cabe en un lugar determinado del esquema general, pero que justamente en ese lugar encontrará perfecto ajuste y sintonía con cada una de las piezas de alrededor. Con las más próximas, las más cercanas, nos sentimos cómodos y confortables, y sólo allí cabemos.
Es en ese llugar y como producto del encuentro con las que nos rodean que adquirimos la importancia de nuestra valía. Y, aunque cambie el rompecabezas, o la imagen que el mismo proyecte, igualmente nuestras formas hallarán -una y otra vez- a las restantes piezas que nos cuadren perfectamente.
Nos encontraremos, dando así sentido a nuestra propia existencia, la de quienes nos rodean y la del esquema general.
Y, cuando al fin nuestros caminos y figuras se terminen separando irremediablemente, por el hecho vital de la existencia que llega a su fin, con orgullo y cariño evocaremos haber compartido esas vivencias, experiencias y mutuos fortalecimientos.
Evocaremos pues, esos encuentros ...

Comentarios
Publicar un comentario