Una de Bandoleros


Una de Bandoleros

(el robo al Hospital Regional)

Hace unos días estuve haciendo un poco de orden y limpieza en mi oficina (y en mi casa también) y junté una pila de papeles y documentos muy viejos, ya fuera de uso y utilidad; los cuales destiné a ser desechados.
Para ello, temerosos y supersticiosos como somos los abogados acerca de todo lo que está firmado o puede servir para hacer tropelías a quién sabe quién, decidí quemar todos esos papeles ya en desuso, en un horno de barro que tengo en mi casa. 

Hasta ahí, todo bien.

El domingo me levanté dispuesto a encender el horno de barro, calentarlo con esa quemazón mientras tomaba unos mates, y luego cocinar pan y el almuerzo. 

Hasta ahí, nuevamente, todo bien.

El problema se generó al no haber considerado los efectos del terrible viento que había el domingo por la mañana …
Como se imaginarán, encendido el fuego, mi quincho se transformó en una trampa casi mortal. Todo el humo ingresaba por las rendijas de la puerta del horno de barro …
Intenté varias veces acomodar el interior y la válvula de escape de la chimenea … terminando casi intoxicado con el humo. Más allá del “desastre” hogareño (no se lograba ver a 2 metros de distancia), comprendí -casi asfixiándome- lo rápido que se suceden las desgracias en casos de incendios … El humo no da tiempo a nada y sólo un par de respiraciones pueden complicarte muy seriamente. Por suerte nada pasó y luego de apagar todo con chorros de agua de la manguera del jardín (sí, un desastre!), decidí retirarme prudentemente a cuarteles de invierno, poniéndome a regar el jardín.
La finalidad no era otra más -cobarde- que tratar de evadir el reproche conyugal y recuperar mis pulmones afectados por el humo …
Estaba entonces ensimismado en esa tarea, cuando recordé (por lo que había hecho el viento) una anécdota muy peculiar de mis primeros años ejerciendo la abogacía.

Resulta que hacía sólo un par de años que me había recibido de abogado y comenzado a ejercer la profesión de forma liberal, en el Estudio Jurídico de un reconocido abogado de Comodoro Rivadavia (uno de mis mentores en el ejercicio profesional); cuando ese abogado fue contratado por una persona que se encontraba imputada de haber sido partícipe secundario en un atraco acaecido unos meses antes en el Hospital Regional de Comodoro Rivadavia. Una banda había robado la totalidad de los sueldos del personal del Hospital, el día antes de su pago a los agentes provinciales. El hecho delictivo fue muy sonado -y durante mucho tiempo- en Comodoro Rivadavia y en toda la Provincia del Chubut, y la sociedad había quedado muy traumatizada porque constatado el atraco, nadie había podido ser atrapado, las investigaciones judiciales y policiales no habían podido avanzar absolutamente nada, no había siquiera sospechosos; ni mucho menos esperanza de clarificar los hechos. La Policía de la Provincia del Chubut fue duramente criticada y se instaló una sombría sensación de inseguridad en la sociedad.
Lo que más generaba sorpresa era el hecho de que se presumía la existencia de una banda muy profesional y de muchos integrantes, por las características del atraco y cómo había sido ejecutado.
Así fue entonces que, unos meses más tarde, mi mentor me encargó que concurra al Juzgado de Instrucción para estudiar el Expediente Penal dado que nuestro “cliente” había sido notificado del auto de procesamiento en su contra (es decir, que ya no era simple sospechoso imputado, sino que se había encontrado mérito suficiente para someterlo a proceso penal), y resultaba necesario cuestionar -apelar- ese auto de procesamiento.
Allí fui entonces a tomar vista del Expediente Penal, con la total candidez de los primeros años del ejercicio profesional, pero al mismo tiempo también la tenacidad que otorga la incontrolable necesidad del pichón de abogado que quiere desplegar sus alas …

Cuando accedí al Expediente Penal, la sorpresa me dejó atónito …

Aunque suene muy trillado, la realidad siempre supera la ficción. Creo que ni la más afiebrada mente creativa puede igualar al genio humano que se prepara para evadir o escapar de las reglas.
A medida que iba pasando una a una las hojas de la Causa Penal (en etapa de Instrucción), y avanzaba en los vericuetos de cómo se había llegado a la actualidad (leyendo informes policiales, testimonios, etc.), quedé atrapado en la complejidad de la organización del atraco.
Resultó pues que una banda local de escrucheros (1), con conexiones dentro mismo del Hospital Regional (que eran los que habían suministrado los “datos” de las fechas, movimientos de los fondos que se pagaban en efectivo, horarios, lugares, etc.), había contratado unos pistoleros para secuestrar a la familia del Contador del Hospital Regional, para forzar a este último a entregarles el dinero de los sueldos del personal, el día antes al señalado para el pago de los mismos (que se realizaba en efectivo, dentro de un sobre con el nombre de cada agente sanitario). También habían contratado “transportes” (personas con autos) que llevaban a los pistoleros de un lugar a otro, y esperaban actuando de “campana”. La banda estaba organizada en diferentes “células” que no tenían contacto entre sí, sino que sólo dos o tres líderes eran los nexos entre las mismas.
De película!
Luego del atraco, los transportes llevaban a los integrantes de la banda a lugares “seguros”, y el dinero a otros refugios.
En resumidas cuentas, la operatoria había sido la siguiente: mientras algunos bandoleros esperaban afuera del Hospital Regional desde la tarde del día en que había ingresado el camión de transporte de caudales dejando los sobres con el dinero efectivo enviado desde el Banco Provincial, para asegurarse que el “botínno fuera trasladado a otro lugar; el grupo de pistoleros (2 o 3, no me acuerdo con certeza) se trasladaba a la noche hasta el Barrio Saavedra con destino a la casa del Contador del Hospital Regional, que había salido con su esposa a una fiesta o un cumpleaños. Esto lo sabían, porque habían hecho inteligencia previa. Una vez ingresados en la vivienda del Contador, inmobilizaron a sus hijos y suegra, quedando a la espera del regreso del primero. En el interín, tenían organizado todo un complejo código de llamadas por teléfono (desde el teléfono público del frente del Hospital Regional, con destino a la casa del Contador), mediante el cual a períodos regulares de tiempo y según fuera la cantidad de veces que sonara el timbre del teléfono, era el mensaje que se daba a los integrantes de la banda que estaba en la casa del Contador (así: “está todo en orden”, “fuimos descubiertos”, “salgan de ahí que va la policía”, “el golpe fracasó”, etc.).
Cabe poner de resalto que esto sucedió mucho tiempo antes de que aparecieran los teléfonos celulares; y no existían ni los SMS, ni email, ni whatsup, ni nada parecido. Sólo teléfonos con cables tradicionales.
Retomando, cuando el Contador llegó a su casa, se encontró con la “sorpresa” de los delincuentes dentro de la misma amenazando a su familia. Explicado lo que querían de él, se trasladó con parte de la banda hasta el mismo Hospital Regional, quedando en su domicilio otros delincuentes con su familia secuestrada, como “reasegurode la voluntad de colaboración del Contador.
En esta fase, las comunicaciones mediante los códigos telefónicos eran mucho más frecuentes.
Ya en el Hospital Regional, la banda ingresó a la Tesorería y se hizo de los sobres conteniendo los sueldos del personal sanitario. Haciendo cálculos rápidos, creo que el valor del atraco, en esa época, era equivalente a más de 100 millones de pesos actuales.
Luego de ello, los transportes desparramaron a los integrantes de la banda, los que estaban en el Barrio Saavedra también huyeron y el Contador quedó maniatado dentro del Hospital Regional.
El plan continuaba con un período de “guarda” de todos los integrantes en los refugios y lugares seguros (algunos aquí mismo, y otros en diferentes localidades de la Patagonia Central), y terminaba con la reunión de la banda un un lugar especificado (nunca se supo dónde fue), para distribuirse el dinero y desaparecer.
Por suerte, nadie resultó herido ni los pistoleros actuaron en su métier.
Aunque de ordinario no suceden estas revelaciones tan exactas en las investigaciones penales de delitos, el resumen anterior, que logré evocar luego de más de 20 años de haber sucedido, estaba puntillosamente registrado en la declaración indagatoria de uno de los pistoleros, de más de cuarenta hojas (80 páginas) de extensión, que se despachó y confesó absolutamente todo ante el Juez de Instrucción.

Qué había pasado? Por qué los atraparon?

Sucedieron dos cosas increíbles:

Por un lado, resultó que pese a que el golpe había sido muy bien planificado y ejecutado, y ni la Policía ni la Justicia del Chubut tenían -transcurridos varios días- siquiera alguna pista endeble para seguir para su esclarecimiento, un hecho fortuito generado por el viento patagónico mostró la “punta del ovillo” para empezar a tirar de la historia …
Uno de los “reductores” del dinero, encargado de sacar el efectivo de cada uno de los más de cien sobres, juntar el dinero y entregarlo a alguno de los líderes, no tuvo mejor idea que incinerar los sobres rotos, un tiempo después de ya cumplido su rol. Para ello, metió los sobres en un barril de acero (típico de la zona) y los prendió fuego … 
El viento de ese día hizo volar varios sobres escapando del tambor y cayendo encendidos en todo el vecindario.
Uno de los vecinos, curioso, tomó uno de esos sobres a medio quemar e inmediatamente se dió cuenta que se trataba de los sobres de los sueldos del atraco al Hospital Regional. Avisada la Policía, rastrearon el origen y metieron preso al “reductor” de los sobres.
Hasta ahí no había demasiado compromiso para la banda, pues el atrapado era sólo un reductor sin contacto con el resto de la gavilla, ni conocimiento de sus nombres, lugares de residencia, etc. 
Nada.
Pero la detención de ese “reductor”, que fue ampliamente difundida por todos los diarios y periódicos, puso muy nervioso a uno de los pistoleros contratado por la banda, que era chileno y tenía orden de captura internacional por haberse fugado de la República de Chile (donde debía ser juzgado por otros delitos graves).
Aparentemente se produjo una discusión entre ese pistolero y los líderes de la banda, se generaron problemas con el dinero y terminó todo con amenazas de vida al pistolero.
Este último quiso huir a Chile y cuando se enteró que su vida tenía precio (la banda quería eliminarlo, decía él), se presentó voluntariamente ante la Policía de la Provincia del Río Negro y confesó toda la operación.
Enterados en el Juzgado de Instrucción local, lo mandaron a buscar con la Policía de la Provincia del Chubut, y ya estando a disposición del Juez de Instrucción, confesó judicialmente todo con un nivel de detalle digno de la mejor película de acción!!!
Obviamente, todos los integrantes de la banda (líderes, secundarios, todos!) fueron cayendo uno a uno, y procesados por el Juez.
Con mi mentor abogado hicimos nuestro mejor esfuerzo para recurrir el auto de procesamiento de nuestro cliente (que era un simple transporte en el funcionamiento de la banda), pero obviamente la Cámara de Apelaciones nos sacó corriendo …
Luego del juicio, algunos fueron condenados y otros accedieron a condenas condicionales.

El pistolero arrependido? Siguió durante mucho tiempo haciendo tropelías en la zona, hasta que -creo recordar bien- fue asesinado en un ajuste de cuentas …

Qué les parece esta historia?

Como siempre, la realidad es mucho más rica, intrincada, perfecta y apasionante que la mejor ficción!!!

Ojo con los bandoleros!!!



(1) Escruchero: el delincuente que ingresa a un lugar a robar, con o sin violencia en el mismo, pero que se encuentra vacío o sin moradores dentro.

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