El Camino de Santiago del Norte
El Camino de Santiago del Norte
(viaje al interior de uno mismo)
Casi todos tenemos el sueño, en algún momento de nuestras vidas, de largar todo por la borda, aligerar la carga, plantar bandera y salir a recorrer el mundo, a viajar.
Algunas veces este tipo de cuestiones existenciales se plantean, por una conjunción de factores y pasos previos, como una verdadera necesidad vital; un hambre inespecífico por aventuras, nuevos escenarios, otras vivencias, rotundos quiebres de hábitos, abandonos de rutinas, cambios de sendas ... En fin, cosas nuevas que deben entrar a nuestras vidas, desplazando otras que ya no caben en ella.
A mi me pasó así, y fue como una liberación de presión interna contenida durante mucho tiempo. Les cuento un poco la historia.
Hace un poco más de 10 años atrás, luego de haber dejado el cigarillo, empecé a caminar como parte de la recuperación de más de 20 años de haber sido fumador. Como me aburría enormemente y no me gustaba correr, me compré una bicicleta mountain bike. Me cambió la vida, pues nunca más pude volver a dejar el afecto de rodar en la bici.
Creo que mi niño interior toma el control cada vez que me monto en la bicicleta, y disfruto como en la infancia ...
Recomiendo esa experiencia!
Creo que mi niño interior toma el control cada vez que me monto en la bicicleta, y disfruto como en la infancia ...
Recomiendo esa experiencia!
Luego de haber adquirido el hábito de andar casi todos los días en la mountain bike, utilizando esos momentos de placer como un cable a tierra de las tribulaciones cotidianas de nuestra ajetreada vida de adultos, empecé a sentir -cada vez con mayor frecuencia- unas irrefrenables ganas de algún día agarrar la ruta y pedalear sin parar más ...
O sea, había llegado el pico de la crisis existencial por la que -creo- todos pasamos en algún momento.
O sea, había llegado el pico de la crisis existencial por la que -creo- todos pasamos en algún momento.
Eso coincidió con una motivadora experiencia con una persona algo mayor que yo, con el cual había tenido tiempo atrás contacto profesional, quien cada tanto se ausentaba de nuestras clases de violín y desaparecía 1 o 2 meses. A su regreso, nos contaba que se había ido a hacer un Camino de Santiago ...
Como siempre hay un roto para un descosido (diría mi viejo), se imaginarán que las anécdotas de este amigo y mis ganas de pedalear y pedalear sin fin (es decir, sin que fuera sólo "la vuelta del perro"), no tardaron mucho en desestabilizarme generando ese hambre inespecífico que les refería antes.
Así, empecé a armar mi primer viaje en bicicleta y en soledad, para hacer el Camino de Santiago del Norte (que recorre todo el norte de España desde el País Vasco hasta Santiago de Compostela); unos 975 kilómetros aproximadamente.
Comencé a entrenarme físicamente pedaleando todos los días, y mentalmente para la aventura de viajar en soledad, sin nada más que tu ropa en un par de bolsos, algo de dinero y tu bicicleta ...
Todo un quiebre de la zona de confort que construimos paulatinamente a lo largo de los años ... y que termina encarcelándonos en la rutina!
Todo un quiebre de la zona de confort que construimos paulatinamente a lo largo de los años ... y que termina encarcelándonos en la rutina!
Además de mi amigo compañero de violín, también hubo una musa inspiradora impensada. Algunos años antes de empezar a planificar el viaje, me re-encontré con una compañera del colegio secundario, que había recorrido una buena parte del mundo como ciclo-nómade. La admiré enormemente en ese momento y sé que también fue parte del torrente incontenible que me llevó a hacer el primer Camino de Santiago.
Un par de días antes de partir, por casualidad ingresé a la habitación de mis hijas menores y encontré esto:
Mis hijas sentían la tristeza de mi partida, y me apenaba por ello; pero de alguna manera que no comprendía cabalmente había logrado transmitirles el entusiasmo por el viaje en bicicleta ...
Fue muy difícil y contradictoria la despedida. Una mezcla extrema de sabores agrios y miedos por los afectos que dejaba atrás, y -al mismo tiempo- un anhelo imposible de postergar más tiempo.
Como en la historia de Italo Calvino ("El Vizconde Demediado"), decidí que ya era necesario ese tiempo para mí mismo ... y fue allí que empecé a sumergirme en mi interior ... a bucear por lugares recónditos y casi olvidados, a encontrar mano a mano a mi niño interior. Lastimado, enojado la mayoría de las veces, con rencores y berrinches ... pero vivo y necesitado de cuidados!
Fue así que tanto en el traslado primero a Madrid, como luego hasta Irún para allí armar la bicicleta que había alquilado y dejar todo listo para partir, viví intensamente todos esos preparativos como si estuviera en verdad dejando atrás casi una vida entera ... una forma de vivir que ya no cuajaba con lo que -vislumbraba- venía por delante.
Así, con toda esa enorme carga emocional, encaré mi primer Camino de Santiago (del Norte), con innumerables anécdotas de tremendas subiiiiidas y bajaaaaadas, derrapes, roturas y caídas, encuentros con gente insólita a lo largo de la travesía, experiencias inolvidables con las cosas más nimias que se les pueda ocurrir (como dormir en un Monasterio Monjes Cistercenses del año 1.200), acontecimientos tan graciosos que permanecía riendo en soledad por varios kilómetros; y sensaciones tan intensas que quedan marcadas a fuego en nuestras emociones ...
Una de ellas se dio en Laredo, Cantabria, donde me alojé en un Monasterio de Monjas Trinitarias, luego de haber estado pedaleando casi todo el día en soledad y bajo una lluvia torrencial ...
Llegué tarde y casi no había lugar, y fui informado que las reglas del alojamiento determinaban que la cena y el desayuno se hacían en comunidad con aportes de cada uno (algunos compraban verduras, otros vino, pan, café, leche, etc., y las monjas cocinaban), pero que había una reunión a las 19 horas en el hall del Monasterio, para conversar sobre las historias de cada uno ...
Cuando llegué allí, tenía al lado mío una alemana, un canadiense francófono, un matrimonio francés, dos amigos suecos y varios religiosos de Estados Unidos que estaban peregrinando juntos.
Como en la bicicleta raramente se coincide en el trayecto (más que en algún café o alojamiento, donde haya también gente descansando), sino que el mismo es casi por completo en soledad; quedé muy impresionado con la diversidad cultural del grupo que habíamos coincidido allí, esa noche ...
Como en la bicicleta raramente se coincide en el trayecto (más que en algún café o alojamiento, donde haya también gente descansando), sino que el mismo es casi por completo en soledad; quedé muy impresionado con la diversidad cultural del grupo que habíamos coincidido allí, esa noche ...
Poco tardé en darme cuenta que la diversidad era sólo de idiomas y diferentes países, pues encontré en todos los allí presentes esas mismas cuestiones existenciales que les comenté al comienzo.
Las monjas estaban conformadas por dos grupos: las más ancianas eran españolas o europeas, y sólo dirigían el Monasterio. Las más jovencitas eran todas peruanas que habían sido traídas por las mayores, y eran las anfitrionas.
En un momento, hablando todos en inglés, las monjas nos hicieron sentar en círculo (éramos más de 20) y nos hicieron tres preguntas para que luego cada uno respondiese al grupo: 1) Por qué estábamos haciendo el Camino de Santiago?; 2) Para quién lo estábamos haciendo? y 3) Qué pensábamos encontrar al terminarlo?
Nos pidieron que reflexionemos un poco sobre esas preguntas y comenzaron a cantar ... con una voz tan dulce y suave que emocionaba hasta las lágrimas.
Es muy difícil transmitir la intensidad de las emociones que se sienten en un ambiente así, y lo profundo que uno se sumerge dentro de sí mismo como efecto de ello. Aunque les suene místico, me sentí en comunión con mi ser más auténtico, y me sorprendí por las respuestas que me surgieron ...
A la mañana siguiente desayunamos todos juntos y ya parecía que nos conocíamos de toda la vida ... pero todos dábamos nuestros tácitos consentimientos respecto a que el viaje era de cada uno, individual. Nadie preguntaba, ni se ofrecía, para acompañar a nadie. Cada uno siguió su propia travesía personal.
Y así tenía que ser, pues eso es el Camino de Santiago ... un viaje al interior de uno mismo!
Hubo muchas experiencias más que jalonaron el recorrido físico, algunas recordadas y otras ocultas en el manto del olvido; pero las marcas espirituales que deja el recorrido emocional son indelebles.
Aún hoy, luego de casi 3 años de ese Camino de Santiago del Norte, mientras escribo estas líneas vuelvo a saborear las sensaciones, vértigos y emociones que quedaron en mi interior. Y con la misma intensidad ...
Quizá como producto de esa maceración que se va produciendo en nuestros pensamientos más íntimos y básicos, en un momento me encontraba pedaleando en soledad en una ruta vecinal por la que no circulaba absolutamente nadie (no había cruzado ni un alma en más de 3 horas, lo que equivalía a unos 30-40 kilómetros de recorrido), cuando repentinamente me cuestioné: a ver, qué necesito hoy para vivir? Qué necesito en este preciso momento? Aquí y ahora?
Mi propia respuesta me impacta aún hasta hoy: sólo la bicicleta (que me permitía trasladarme donde quisiera), la ropa que acarreaba en las alforjas (alguna deportiva para pedalear y otra para luego -al llegar a destino- cambiarme y salir a comer decentemente vestido), y unos 20-30 euros por día.
Nada más ...
No necesitaba ni Netflix, ni la casa, ni los seguros de los bienes materiales que vamos acumulando en nuestras vidas, ni los impuestos, ni nada ... Únicamente lo que tenía en ese momento y que eran las herramientas de mi vida en esos días.
Es increíble cómo nos va colonizando el consumismo y el sistema de tener, ganar, consolidar, acaparar y gastar ... para luego tener que ganar más dinero para solventar los gastos de eso que quisimos tener, consolidad y acaparar ...
Me vino a la mente, instantáneamente, el cuento "Quién se ha llevado mi queso?"
Finalizado el viaje en bicicleta, ingresé en la Plaza de Obradorio (en Santiago de Compostela) y quedé allí más de 3 horas paladeando el haber logrado hacer 975 kilómetros en 14 días, el haber llegado, el recorrido hecho, el aprendizaje ganado ... la calma instalada.
Luego de eso, fui a encontrarme con mis padres que estaban de visita en España y habíamos acordado pasar 10 días juntos recorriendo Galicia. Pero esa es historia, intensa también, para otro relato.
Luego de eso, fui a encontrarme con mis padres que estaban de visita en España y habíamos acordado pasar 10 días juntos recorriendo Galicia. Pero esa es historia, intensa también, para otro relato.
Quiero cerrar esta entrada respecto de mi primer Camino de Santiago (hubo más ...), contándoles lo que nos dijo el sacerdote que culminó la Misa del Peregrino que se hacía, en esa época, los días miércoles y domingos.
Luego de dar su sermón por haberle cedido la palabra el Obispo de la Ciudad de Boston (que era el celebrante de la Misa, por haber culminado su propio Camino de Santiago en esos días), terminó su alocución diciéndonos que todos teníamos distintos motivos para iniciar la peregrinación, pero que también todos debíamos saber -y sentir- que habiendo arribado a Santiago de Compostela, el verdadero camino comenzaba ...
Luego de dar su sermón por haberle cedido la palabra el Obispo de la Ciudad de Boston (que era el celebrante de la Misa, por haber culminado su propio Camino de Santiago en esos días), terminó su alocución diciéndonos que todos teníamos distintos motivos para iniciar la peregrinación, pero que también todos debíamos saber -y sentir- que habiendo arribado a Santiago de Compostela, el verdadero camino comenzaba ...
Porque el camino es interior ...
Les dejo aquí un video de mi viaje, que me hace revivir el camino cada vez que lo veo.
Dato de la foto del comienzo: Faro de Finisterre (el fin de la tierra)


La paradoja de estos viajes es que siempre hay que alejarse para volver a uno mismo. Y que a pesar de lo duro y difícil del camino al terminarlo ya estamos pensando en el próximo viaje.
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