Heridas Familiares

 


Toda relación humana implica altibajos cíclicos. Algunas veces estamos en la cima ... otras muy abajo. 

Hace un tiempo atrás ví una imagen en Instagram, que decía que nuestras relaciones tenían que ser como el gráfico de un electrocardiograma: con picos y valles, pues así -entonces- eran normales. Si nuestras relaciones, o alguna en particular, era "plana" es decir sin altibajos, entonces (como el corazón en ese especial estudio cardíaco) estaba muerta ...

Eso me hizo reflexionar sobre el tipo de relaciones que mantenemos cotidianamente en vigencia: laborales, sociales, de vecindad, afectivas, familiares ...

Analizando estas últimas, que no necesariamente se deben resumir a las de la familia primaria, encontré toda una simbología que las representa: las heridas de la piel son un reflejo casi exacto de cómo vivimos (o sufrimos) ese tipo de relaciones.

A diferencia de los vínculos íntimos que establecemos -si tenemos suerte- con personas que nos otorgan y elijen para relacionarse (como un alumno lo hace con un profesor, al que le otorga autoridad reconocida; o un deportista a su entrenador, etc.) por lo general los vínculos familiares vienen impuestos por los lazos civiles o de sangre.

Salvo contadas y raras excepciones, pocas veces se dan espontáneamente esos reconocimientos de afecto especial, autoridad o ligazón; en los vínculos familiares.

Y, por el contrario, es muy frecuente la acumulación de heridas más o menos graves, más o menos perennes, a lo largo de la piel de la vida ...

Heridas que algunas veces sanan por sí solas, o que requieren algún tratamiento (espiritual o afectivo) especial; que no terminan de sanar nunca o que directamente permanecen abiertas toda la vida.

Sobre estas dos últimas concentré la imagen que tenemos de las heridas de la piel.

Como si esta última (la piel) fuera el lienzo de nuestras vidas, sobre el que se pintan una y otra vez nuestras historias vitales; una observación detallada de la misma nos hará ver que hay heridas graves que "cierran por segunda", pero que por debajo permanecen con la podredumbre del dolor sufrido y la experiencia no resuelta ni sanada. Entonces, un simple "toque" de esa parte de la piel (de nuestra vida, en realidad) hace estallar la herida y salir la pus acumulada por largos períodos de tiempo de sufrimiento silente y aguantado ...

Y vemos así, entonces, que la pus comienza a emanar sin control y sin posibilidad de drenarla rápidamente para curar la herida; sino que por el contrario nos damos cuenta -con dolor y sorpresa- que requerirá de algo de tiempo su vaciado para recuperar esa parte de la piel (vida) afectada.

Algo similar ocurre cuando la herida no termina de sanar nunca y siempre permanece abierta, sólo que en este caso el dolor y el sufrimiento nos resultan cotidianamente conscientes y -por ende- aplicamos automáticamente la "anestesia" del intento de olvido, la falsa curita de la evitación.

En ambos casos -así ha sido mi experiencia personal- aún cuando logremos que todo supure lo suficiente y durante el tiempo necesario, y que la herida cure; la parte de esa piel (o sea, esa porción de vida) afectada no será la misma: quedará la cicatriz más o menos fea, más o menos grande o profunda ... sobre la cual nuestro lienzo difícilmente podrá recibir una buena imagen ... pues estará distorsionada por la herida cicatrizada.

Creo que más allá de la capacidad que tengamos para resolver o curar cualquier tipo de heridas, las que son familiares algunas veces constituyen un verdadero drama vital; que perdura gran parte de nuestra existencia y -en algunos casos- ni siquiera logran curarse, pues siempre acumulan un poco más de pus por debajo de las apariencias ...

Ojalá podamos mirarnos nuestras heridas en la piel, para analizarlas con sinceridad e iniciar el camino de sus curaciones, para poder así luego renovar nuestros lienzos y limpiarlos ... dando la posibilidad a que ingresen al mismo -a nuestras vidas- las bellas imágenes y experiencias que el destino permanentemente nos regala.

Darnos cuenta que este tema que tanto nos puede perturbar, es en realidad algo cuyo poder sanador depende exclusivamente de nosotros mismos, es una cuestión de piel ...

 

  

Comentarios

  1. Muchas Gracias, lindo leerte. Me llevó por varios lugares. No es ciencia ficción.
    En la pared limpia de mi consultorio habita una frase de Epicteto que tengo muy presente aún cuando no estoy allí, y me produce gran admiración por los estoicos. Me divierte regalar esa frase a mis pacientes y observar como voltean la cabeza y asienten con mirada profunda y reflexiva- Hoy, leer tu relato me llevó a esa frase en esa gran pared clara y siempre presente y te la regalo, tal vez te guste que te acompañe cada vez que la necesites, tal vez pueda sea una brújula tanto en la cima como en el valle. Encarna la sabiduría de lo simple e inagotable: te la comparto.
    "Lo importante no es lo que sucede, sino lo que hacemos con lo que sucede"
    Vale para muchas cosas de la vida, pero por sobre todo para las relaciones, sea del tipo que sea. Y, claro está, una gran compañía tanto en la cima como en el valle No te parece? Un abrazo, te leo

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