Como dice el tango de Enrique Santos Discépolo ...
"Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias.
Sabe que la lucha es cruel
y es mucha pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina ..."
Uno tiene muchas acepciones.
Tanto la palabra en sí, como el sujeto al que nos referimos con esa expresión. Puede vincularse a la singularidad de alguna persona, o ser auto-referencial. Puede ser el comienzo de una enumeración de cualquier cosa, o integrar filosóficamente la figura del yo ... sin caer en el ego, pero marcando la diferencia: Yo soy UNO.
También Uno (mismo) tiene varias acepciones, según sea el punto de vista de quién nos define. Si somos nosotros, Uno se siente generalmente el centro de todas las cosas que percibimos a través de nuestros sentidos, justamente porque las mismas suceden alrededor de .. Uno!
Si son los demás quienes nos definen, esto es los otros Uno; es muy común que no haya identidad en la acepción o conceptos que nos otorguen. Muchas veces hay -en estos casos- notorias diferencias con nuestra percepción de Uno ...
Y así vamos por los caminos de nuestra existencia, en la eterna lucha y confrontación de esa dicotomía que se nos presenta a Uno; tal cual lo describe con magistral poesía el tango del comienzo ...
Así, Uno siempre trata de ser feliz; y busca para ello agradar a los otros Uno, ser útil, reconocido en su existencia singular, dejar un legado ... algo que nos visualice como Uno.
En ese camino, muchas veces Uno experimenta el encuentro con otros Uno, y es pleno.
Nos hallamos a Uno mismo, en otro u otros.
Cuando Uno no puede realizarse, cuando Uno es infeliz por no conectar con otros Uno, cuando Uno no encuentra un proyecto de vida o propósito para transitar en su existencia singular, dejamos de ser Uno.
Perdemos nuestra identidad y personalidad, y nos diluimos en el océano de todos los otros Uno que tiempo antes han padecido ese mismo proceso de deterioro; confundiéndonos, masificándonos y mezclándonos con las acepciones y definiciones de otros ex Uno, que ya han abandonado su singularidad derrotándose en sus expectativas vitales.
Así Uno ve cómo progresa la despersonalización de la sociedad en su conjunto, y -peor aún- de los individuos (Uno) en particular. Uno deja de ser un sujeto y se transforma en un mecanismo de un organismo social más complejo y aplastante: se imponen reglas, costumbres, rutinas y hábitos más o menos uniformes en los grupos humanos, tendientes a pulverizar la fuerza de Uno, convirtiéndolo sólo en ciudadano innominado, contribuyente de impuestos, productor de bienes o servicios, aportante de nuevas generaciones, votante, habitante, residente, consumidor ...
Uno no es sólo eso, ni mucho menos en la forma casi estanca que cada una de esas caracterizaciones se plantean en las sociedades modernas.
Uno es, en todo caso, Todo eso junto, en una unidad inescindible.
Creo que Uno debe luchar a cada momento por preservar su propia identidad, su exclusiva singularidad, su acepción como persona única e irrepetible.
Si esa tarea Uno la puede llevar a cabo con otros Uno con quienes sintonice de manera similar, el éxito y la felicidad están asegurados. Uno sólo tiene que proponerse su futuro y este será realidad.
Si, por el contrario, Uno no puede abandonar o evitar, o tan sólo desprenderse de los procesos de cosificación a los que nos someten las sociedades modernas, será inevitable la infelicidad de Uno.
Porque, como dice el tango que abrió esta entrada, Uno será ...
"... como aquel sufre en vida
la tortura de llorar su propia muerte ..."
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