Hoy tiré viejas hojas ...
... Esas que hablaban del pasado ... como cantaba Nito Mestre
Cada tanto nos agarra por sorpresa algún accidente de la vida, algún recodo no previsto en el camino de nuestra experiencia vital, una pérdida, o simplemente el transcurso del tiempo que obliga a cerrar etapas para hacer lugar a nuevos rumbos, nuevos destinos, nuevas ideas e intenciones ... y más temprano que tarde nos encontramos haciendo balances de los tiempos pasados, y proyectos para el por-venir.
O también, por el inexorable paso cronológico del tiempo que marca nuestras edades biológicas, sencillamente se impone una revisión y nuevo orden en los muebles de nuestra cabeza ...
Siempre admiré la capacidad innata que tiene la gran mayoría de las mujeres, para dar vuelta los muebles de la casa, o de sus locales u oficinas, cada vez que una crisis las obligaba a cambios ... Hay algunas, también, que necesitan ser ellas las protagonistas del descarte o entrega de los muebles de sus lugares de vida, como proceso necesario para fundar nuevas etapas ...
Pues bien, en esos trayectos de revisión y orden cada tanto nos encontramos, física o espiritualmente, algunas veces sin siquiera darnos cuenta, y otras disfrutándolos a plena conciencia.
Hoy tiré viejas hojas ...
Esas que hablaban del pasado ...
Pero siento que no las deseché ni descarté; simplemente quedaron sin vigencia, sin hablarme más del pasado ... Hoy ya pertenecen al lujoso grupo de imágenes, experiencias, gustos, olores, presencias y anécdotas que cada tanto me asomo a contemplar con dulzura y cariño ... pero que ya no me hablan más ...
Es como si ya no interactuaran con nuestros presentes y proyectos a futuro, sino que les quitamos la capacidad de diálogo con nuestras realidades cotidianas. Mucho menos influyen en nuestras decisiones actuales que se proyectan a futuro, ni en los planes que deseamos llevar adelante.
Pero no por perder esa capacidad de hablarnos del pasado, de dialogar; han perdido su importancia, trascendencia y utilidad.
No.
Por el contrario, abrevamos en ellas porque nutren nuestra identidad actual, nuestra mayor o menor experiencia vital, la madurez con la cual encaramos cada paso del resto de nuestros caminos ...
Y así es entonces que en forma opuesta a lo que la primera impresión de "tirar" nos deja, nos sorprendemos apreciándolas en su verdadera magnitud y esplendor ... pues admiramos cada historia de cada hoja, cada amor, cada amigo, cada experiencia, cada error ...
Más aún, en este camino de revisión y orden advertimos atónitos que ese silencio en el cual las colocamos ... en realidad las ha transformado en joyas de nuestro pasado que contemplamos y amamos cada vez que decidimos asomarnos atrás, para otear por dónde vinimos, con quiénes, cómo y de qué forma.
El lento proceso de alquimia que se genera de esta forma transforma esas viejas hojas del libro de nuestras vidas en piezas de referencia, en hitos que amamos cada vez que los contemplamos. Aún los más feos y desagradables, pues comprendemos en esta etapa de nuestras vidas que ellos también tuvieron su finalidad: nos han enseñado, corregido, aleccionado, para lograr estar donde estamos, y ser quienes somos hoy ...
Cuando este proceso interior se lleva en calma, es muy intenso y personal el placer de la contemplación de esos hitos, de esas viejas hojas que gradualmente desafectamos de nuestro bagaje emocional activo.
Creo que esa sublimación emocional se palpa en toda su magnitud, cuando caemos en la cuenta que esas "viejas hojas" pasaron entonces a ser patrimonio de nuestra personalidad, incorporándose a la forma en que vemos las cosas de hoy, cuidamos de nosotros mismos y nuestras relaciones; y operamos en el mundo exterior como individuos.
La melodía emocional que experimentamos así es tan dulce como la supo interpretar Nito Mestre.
Los invito a reflexionar sobre nuestras "viejas hojas", apreciando la profundidad y riqueza de cada historia vital. La propia y la de quienes mantenemos en el libro de nuestra existencia.
PD: Al que le interese escuchar nuevamente la canción, haga click aquí

🧡💚
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