Latencias ...
Para Anto
Caminamos por nuestras vidas con cuestiones, asuntos, problemas, añoranzas ... pendientes; con aspectos y rincones latentes que nuestras personalidades desoyen, silencian o inclusive -algunas veces- reprimen.
Recorremos el sendero de nuestra existencia, o parte de él, acarreando esos temas pendientes; que permanecen la mayoría del tiempo en latencia. Adormecidos ... pero presentes en nuestros interiores.
Como una espinilla en nuestros pies, cada tanto esas cuestiones nos recuerdan que ahí están, sin resolverse aún pero tampoco sin explotar.
Simplemente existen y nos señalan un aspecto nuestro -o varios- que dejamos frecuentemente de lado. Que mandamos a la sombra de nuestras vidas cotidianas, a los márgenes y fronteras de nuestras existencias.
Muchas veces ese mecanismo que desarrollamos alguna vez para eludir el tema, y continuamos desplegando otras tantas para protegernos; en realidad nos engaña ... nos anestesia con un falso olvido ... sin advertirnos de los efectos directos y colaterales de tan inmadura conducta.
Efectos sobre nosotros mismos y sobre todos los involucrados con el asunto postergado, sin resolver.
En nosotros, porque exterimentamos un engañoso alivio temporal al exiliar de la conciencia diaria ese problema o añoranza que nos incomoda, molesta o nos urge y conmina a que lo afrontemos.
Desplegamos múltiples excusas y técnicas evasivas para inventarnos un poco más de tiempo en las nubes de la evitación, autocompadeciéndonos y conformándonos con la eficacia del analgésico por sobre la cura de la afrontación.
Luego de un tiempo de repetición, es probable que logremos un acuerdo tácito con ese tema latente, colocándolo en el limbo del no-tiempo de las renuncias.
Pero algunas veces la vida hace sus travesuras y se confabula una y otra vez para colocarnos frente a ese asunto postergado, diferido, aplazado ... generándonos la creciente necesidad de abandonar esa conducta de entumecimiento ... hasta que llega el día en que todos los diques se rompen y ya es imposible seguir evitando lo que permanecía en las sombras, pendiente, latente ...
Otras veces, es alguno de los involucrados en ese tema espinoso quien con la valentía que nosotros no tuvimos o no pudimos desplegar, rompe toda la lógica del adormecimiento y la latencia sine die, y nos facilita la tarea de enfrentarnos con ese aspecto pendiente.
Aunque las más de las veces ese proceso de afrontación está marcado por una genérica e inespecífica sensación de miedo (no hay nada en concreto que temer, aunque así se percibe igualmente la situación), una vez en marcha, invariablemente se produce durante el mismo una reacción en cadena que nos determina -y predispone- muy placenteramente a vernos a nosotros mismos, a nuestras historias, asuntos y cuestiones que hemos ido dejando pendientes a lo largo de nuestros caminos. A observarnos hacia atrás.
Es previsible que en muchas ocasiones algún aspecto de esa sombra contenga cierta irresponsabilidad propia o de alguno de los involucrados; pero estoy convencido que también son frecuentes las situaciones en las cuales esa latencia se ha generado por el acuerdo tácito de todos los afectados, como forma de respeto a las realidades de cada uno ... y en la esperanza de poder algún día resolverlo con madurez, sin traumas, heridas ni situaciones forzadas.
La vida es así y algunas veces nos marca y conduce de estas formas tan particulares.
Cuando ese proceso de hacer frente a esos asuntos pendientes es compartido y recorrido, con amor y empatía, por todos los involucrados directa o indirectamente; se logra una emoción muy difícil de describir ... pero que tiene un ligero sabor a encuentro.
Sabor a conexión sin reproche.
Miramos juntos hacia el futuro agradeciendo el encuentro; y sin detenernos tanto en las cuestiones que alguna vez estuvieron pendientes.
Porque lo que verdaderamente importa y se siente en ese proceso de alquimia y redención, es el puente que se establece de allí hacia adelante, la nueva relación viva y con otro brillo diferente, la conexión propia y exclusiva que haremos con esa nueva experiencia que -ahora sí en plenitud- nos ha dado la vida.
Sentimos de otro modo distinto la misma situación ... y no hay otro modo mejor de sentir ese vínculo, asunto, tema o afecto nuevo.
Seamos conscientes de las cuestiones latentes que aún acarreamos por nuestros caminos, y siempre que podamos, sin lastimarnos ni herir a nadie, dejemos de alimentarles el no-tiempo de la postergación.
Sólo luego de recorrido cierto tramo vital, advertimos con emoción que nuestras vidas son una sucesión de experiencias que no admiten latencias ...
Nunca es tarde para lo nuevo ...
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