Atesoramos momentos ...


 

Luego de mucho tiempo sin escribir, pero no sin emociones que me hayan motivado a hacerlo; retomo esta sana canalización de las cosas que me -y nos- suceden en el hermoso camino de nuestras vidas.

En pleno proceso de cambio (literal) de vida, pues estamos iniciando una nueva página en España, con casi toda mi familia nuclear, en estos últimos días se volvieron a manifestar emociones muy intensas y fuertes, que noté me llamaban a los gritos para la reflexión.

En eso estaba entre trámites personales y de trabajo, cuando un evento muy trascedente -pero que minimicé por completo- demandó toda mi atención y energía: mi familia me pidió un video recorriendo la casa donde hemos estado viviendo los últimos veinte años, donde nacieron y se criaron mis hijos, y donde nacimos y crecimos como familia.

No le dí demasiada importancia al pedido ... hasta que me embargó una profunda emoción mientras iba haciendo el video y relatando las sensaciones y recuerdos que emanaban de lo más profundo de mi ser ... Fue como una película de estos últimos veinte años, contada en cinco minutos ...

Allí comprendí a, y empaticé con, toda esa gente que llora desconsoladamente al cerrar por última vez la puerta de la casa de toda su vida ... despidiéndose para siempre de todo un capítulo de sus identidades que nunca más recuperarán en la cotidianeidad de la convivencia diaria.

Una amiga me pasó un link de gente que cuenta cómo se despidió de sus casas, y qué vivió en esos momentos ... sintiéndome inmediatamente identificado con cada una de las emociones allí descriptas. 

Algo de eso evidentemente estaba sucediendo "en segundo plano" en estos últimos días, como un poderoso río subterráneo que nos desestabiliza sin darnos siquiera cuenta, pues acercándose el día del adiós a mi hogar de estas últimas décadas ... estaba ansioso, nervioso, con problemas para dormir.

Hoy esos diques finalmente se rompieron y las emociones afloraron abruptamente en todo mi ser ... embargándome.

Lloré profusamente en silencio, despidiéndome con respeto y amor del hogar que nos cobijó, cuidó y brindó sus comodidades para disfrutar y crecer, individualmente y como familia; y me puse entonces a reflexionar un poco acerca del por qué de tanta intensidad en las emociones que estaba sintiendo en ese mismo momento.

En este mismo momento, mientras escribo estas líneas ...

Al fin y al cabo no me considero una persona apegada a cosas materiales, y nunca me costó mucho cambiar de automóvil, de oficina, de lugar de residencia ... en fin, no solo no les temo sino que disfruto los cambios. Para mí, son desafíos a conquistar ...

Entonces, mientras recorría nuevamente las dependencias de la casa, y sus jardines, caí en la cuenta que no nos emocionan los lugares, los espacios, ni las instalaciones ... Nos impactan los momentos que vivimos en ellos, que ya no podremos repetir ... como el río que fluye continuamente y nunca será el mismo de un momento al siguiente.

Son esos momentos, y su raíz emocional en nuestros interiores, los que nos acongojan y ponen tristes.

No los lugares ... sino los momentos vividos en esos espacios.

No podremos repetirlos más, ni re-editarlos ... porque el camino de nuestras vidas ya no pasará por esos lugares. Ya no nos detendremos en esos jardines a compartir con nuestros hijos, ni a jugar en las  habitaciones. No habrá más cenas y comidas en los lugares comunes, ni tendremos esas intimidades en nuestros espacios privados.

Sin embargo, darse cuenta que no son los lugares en sí los que nos provocan esas sensaciones de congoja y tristeza, nos premia inmediatamente con el consuelo de saber que las emociones, recuerdos y vivencias "se mudarán" con nosotros adonde vayamos ... pues forman parte de nuestra identidad, de nuestras emociones y bagaje personal; los cuales podremos disfrutar cada vez que los evoquemos y que no quedarán anclados en tal dirección de tal ciudad.

Porque esas experiencias son como el río que fluye por nuestras vidas ... vivimos los momentos que se nos presentan, los saboreamos y atesoramos; y finalmente los incorporamos a nuestra forma de ser e identidad.

Sólo teniendo plena conciencia de ello podremos superar el luto especial que se nos plantea en estas circunstancias ... de forma similar a cuando muere algún ser importante de nuestras vidas.

Pues así, de este modo, no los lloraremos por no tenerlos más; sino que en definitiva sonreiremos y festejaremos haberlos tenido.

Y entonces?

Festejo este hogar ... te festejo y honro, mi casa!

Ojalá alguien más pueda ser tan feliz como hemos sido nosotros en tu seno ...

 

 

 

 

Comentarios

  1. Hermoso pa, muy lindas palabras que me llegaron al corazoncito❤️❤️

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