Amamos imágenes ...
La inmensa mayoría de nuestras percepciones del mundo exterior, nuestras sensaciones sobre lo que sucede fuera de nosotros mismos, transcurren y se canalizan a través de la vista. Por intermedio de nuestros ojos: esos órganos tan fascinantes que -como si se trataran de elementos periféricos de nuestro CPU mental- captan las imágenes del mundo exterior y las convierten en señales y pulsos para que el cerebro las represente en nuestra psiquis.
Todo el tiempo están haciendo eso, cumpliendo esa función; salvo cuando estamos descansando o con los ojos "cerrados", que cesan los estímulos visuales de la realidad. Pero, no obstante estar con los ojos inactivos, es muy común que igualmente nuestro cerebro continúe en forma casi constante con la proyección y representación de imágenes y fotogramas. Aún durmiendo o simplemente pensando o descansando ...
Quizá esa sea la razón del enorme éxito que han tenido las redes sociales modernas, puramente tecnológicas y basadas casi en exclusividad sobre distintos formatos de imágenes que transcurren a velocidades vertiginosas.
Pero más allá de tales cuestiones enfocadas, digamos, en lo orgánico o sociológico, creo también que gran parte de nuestros afectos, emociones, personalidades y experiencias vitales se encuentran de una u otra forma ancladas a imágenes. Están vinculadas y atados a retratos y representaciones de nosotros mismos, y también de otras personas más o menos importantes para nuestra existencia. También a fotogramas de lugares y tiempos pasados, estrechamente enlazados a sentimientos y emociones que vivimos y experimentamos allí, en esos espacios y tiempos.
No recordamos el lugar o la época cronológica. Evocamos la emoción vivida allí y entonces aparece, surge, la imagen guardada en nuestros recuerdos. No es la imagen la que tiene por sí misma la aptitud necesaria para que la mente la saque del fichero de nuestra memoria, del arcón de nuestros recuerdos guardados; sino que ello ocurre por conducto de la emoción, del sentimiento con el que -como una marca de agua- esa imagen quedó archivada dentro de nosotros.
Por eso recordamos emotivamente lugares y personas. No son una simple imagen, vienen a nosotros con la emoción que se re-edita.
Pero hay un aspecto en la formación y archivo de esas imágenes que no es totalmente independiente de nosotros mismos, ajena a nuestras personalidades y esencias como seres también sintientes. Ciertamente, nosotros mismos participamos también en la formación y conformación de esas imágenes que luego guardamos en nuestra memoria, como el pintor que finalizando su labor hace los últimos retoques a su obra para darle su impronta personal. Su íntima firma exclusiva.
Así, en ese proceso muchas veces nuestros propios sentimientos y emociones nos juegan una mala pasada, que luego de mucho tiempo y ya con madurez quizá logramos des-cubrir, pues advertimos que han distorsionado de tal forma la realidad de la imagen, que terminamos guardando una copia diferente de ella.
Me explico: cuántas veces descubrimos que una persona no era -en realidad- como nosotros pensábamos o sentíamos que era? Cuántas veces advertimos con sorpresa que alguien nos defrauda o que un lugar al que volvemos en realidad no era tan fascinante y hermoso como lo teníamos en nuestra memoria?
Algunas veces, muy pocas, ese fenómeno puede estar dado por el pre-juzgamiento, por la ansiedad de cada uno de catalogar y encasillar rápidamente algo o alguien.
Pero creo que las más de las veces esa distorsión se genera por nuestros mecanismos emocionales de idealización de personas, cosas y lugares, mediante el cual pretendemos -vanamente- saldar la deuda que genera esa imagen respecto de nuestras aspiraciones y anhelos para con ella. Intentamos "retocar" esa imagen que nos viene incompleta o con defectos que no aceptamos, y en el proceso logramos una aceptación emocional y sentimental interna, con archivo en la memoria mediante, pero con error en el resultado o producto que incorporamos.
Y así avanzamos en la vida amando imágenes que en realidad no son así, queriendo personas que verdaderamente no son como las hemos registrado, anhelando lugares y emociones que nunca existieron más que en nuestra imaginación interior.
Es muy frecuente que hagamos esto, que apliquemos esos mecanismos, con las personas más importantes de nuestras vidas ... para descubrir luego de transitados largos caminos personales, que sus imágenes no eran (o ya no son) como las teníamos nosotros emocionalmente guardadas.
Cuando nuestro poder de análisis logra la suficiente fuerza para afrontar sumergirnos en el análisis de estos "retoques" que hemos hecho a lo largo de la vida, y entender -fundamentalmente- por qué razón los hemos hecho, cuáles han sido los motivos, los anhelos y carencias que nos impulsaron con tal finalidad ... entonces de-construimos el camino inicial "limpiando" los propios pincelazos en esas imágenes guardadas, para volver a contemplarlas tal cual realmente fueron siempre.
Nos damos así, una nueva oportunidad para admirar esas imágenes -esta vez fieles y reales- de las personas importantes de nuestras vidas, de los lugares donde han transcurrido nuestras emociones más intensas y sublimes; re-configurando nuestras memorias en otra medida un poco, se impone reconocerlo, más apegada a la realidad. Un poco menos exigente con esas imágenes del mundo exterior, debido a nuestras carencias internas, y también un poco más flexible con los "defectos" y "errores" que -aunque nos siguen llamando la atención- ya no intentamos tergiversar, ni necesitamos retocar, para incorporarlos nuevamente a nuestro bagaje vital.
Arribamos de tal modo, y por intermedio de la aceptación actual a la re-configuración de nuestras imágenes guardadas, a descubrir por esa vía indirecta cuáles fueron nuestras carencias, anhelos incumplidos y emociones buscadas; que nos motivaron a "retocar" las personalidades de padres, hermanos, parejas, amigos, etc., que en realidad nunca fueron como los teníamos registrados.
Cuando ese camino se recorre "a la inversa" y sin la madurez suficiente, habrá dolor y rencor. Se generará conflicto.
Pero si lo transitamos con las seguridades que nos dan nuestras capacidades de análisis y emociones actuales, podremos colocar cada imagen en el lugar justo que le corresponde. En el fichero de cada afecto que nos sostiene.
Disfrutándolas por lo que en la realidad fueron y significaron antes, y descubrimos con asombro que son hoy.
En definitiva, amándolas a pleno.

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