Parásitos
Dice la sabiduría popular que todo cambia, todo está en permanente evolución, modificación, transformación. Como el río que fluye por su cauce, nada es igual al instante anterior.
Especialmente en lo referente a los movimientos sociales, las conductas humanas individuales, o incluso grupales; todo está en constante transmutación, variación. La historia de la humanidad así lo demuestra, y en los últimos tiempos también así se ha acelerado en un proceso exponencial.
Los cambios sociales, económicos o políticos que antes demandaban siglos, ahora requieren sólo pocos años. Se producen en lustros o -a lo sumo- unas pocas décadas. Asistimos de tal modo a la vertiginosa y líquida realidad social que a cada minuto se modifica, evoluciona, varía.
Pero en Argentina nunca nada es igual que en el resto del mundo. Los cambios y evoluciones de la humanidad, de las sociedades modernas, aquí no aplican. Hace años que por estos lugares todo cambia bruscamente ... para que nada cambie. Cada tanto aparecen movimientos sociales o políticos que aparentan llevarse todo puesto, para resultar luego todo un rotundo fracaso respecto al cambio pregonado en la pendiente de subida de la cresta social.
Esta situación, cíclicamente adolescente por cierto, ha generado en Argentina desde hace ya algunas décadas, un nuevo establishment social, un nuevo statu quo general de toda la población, caracterizado por la práctica parasitaria. No pretendo ser peyorativo con la utilización de ese sustantivo o concepto, sino que lamentablemente la idea es exactamente reflejada en esa imagen.
Así, es por todos conocido que los parásitos debilitarán primero a su huésped, para que no pueda librarse de ellos. Luego, una vez estabilizada la situación, que en algunos casos puede llegar a generar simbiosis, los parásitos no permitirán que su huésped se debilite tanto como para que muera o desaparezca, pues con él también mueren ellos.
Logran así, un equilibrio negociado tácitamente con su huésped. Le absorben energía, alimentos y salud, pero no tanta como para matarlo pues la propia supervivencia paratitaria queda comprometida.
En la sociedad argentina se ha instalado de forma implícita una clara conducta parasitaria que atraviesa horizontal y verticalmente todos los órdenes de la vida: sociales, económicos, políticos, etc.
Se encuentran, por un lado, los agentes sociales que nada producen, que ninguna riqueza o valor agregado aportan a la economía social. Aunque con honrosas excepciones, la gran mayoría de la casta política y gremial pertenecen a ese sector. También la casi totalidad de los empleados públicos, y ni hablar de los denominados "planeros" de los movimientos sociales actuales.
Esta porción de la sociedad "extrae" al resto de la población una parte de su producción, de la riqueza que producen los trabajadores dependientes, los autónomos, los empresarios, etc. Sea a través de impuestos, costos judiciales o prebendas del sector público, una parte improductiva de la sociedad manotea, se apropia y se queda con una porción importante de la riqueza que produce el restante sector trabajador de la sociedad.
Ese mecanismo está presente en muchas sociedades actuales ... solo que en la nuestra adquirió un extraño statu quo mediante el cual casi la mitad de la población vive de lo que produce la otra mitad. Cuando ese sector improductivo pretende correr el límite de lo que se apropia de la otra franja social, ocurren los conflictos sociales como la crisis del año 2001; pues el huésped se rebela y comienza a luchar por su supervivencia.
Mientras la conducta parasitaria de los sectores improductivos se lleven sólo una parte de la riqueza, y no todo, el otro sector tolerará esa apropiación. Tolerará cualquier cosa: no tener servicios públicos de calidad pero tener los senadores y diputados mejor pagos del mundo, no tener salud pública de calidad pero tener legiones de personas subsidiadas para no trabajar y sólo hacer movilizaciones, no tener seguridad en las vías públicas pero sí tener millones de empleados públicos que sólo alimentan la burocracia autojustificante de su existencia ... etc.
El sector improductivo aprendió bien la lección luego de la crisis del año 2001: supo con terror que cuando pretendió quedarse con toda o gran parte de la riqueza del otro sector, éste puso en marcha sus mecanismos de autodefensa y amenazó con el "que se vayan todos". Por su parte, los gremios saben que si exigen de más a las empresas, éstas mueren y no pueden quedarse ya con ninguna porción de la riqueza que producen tanto los trabajadores que "representan" cuanto los empresarios mismos.
Y así podría ejemplificarse con cada sector improductivo, comparándolo con el paralelo sector productivo del cual extrae una parte de lo que produce este último.
La conducta parasitaria aprendió que no puede quedarse con todo, pues muere su huésped.
Y, en la otra vereda, los trabajadores dependientes y autónomos, los empresarios y demás agentes que sí producen riqueza, lamentablemente se han acostumbrado a tolerar que les saquen algo de lo que producen ... mientras no les saquen todo.
Por eso es que en Argentina nunca va a cambiar esa dinámica, nunca ninguna propuesta política llevará a cabo nada de lo que promete; pues se ha logrado ya la simbiosis de la conducta parasitaria.
Unos extraen y otros toleran. Y así estamos hace décadas.
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